viernes, 16 de septiembre de 2005

La duda en la arena

Todos reían y bromeaban bebiendo cerveza y ron, mientras ella fijaba su mirada en la fogata, pensando si valía la pena correr el riesgo. Sentada en la arena con la cabeza apoyada sobre sus rodillas, no emitía palabra ni prestaba atención a lo que pasaba a su alrededor, su mente estaba extraviada en un huracán de pensamientos y emociones, en aquellas palabras que dijo y debió callar, en aquella mirada que se hizo cómplice de la suya.

El sol agonizaba sobre el mar, el grupo seguía cantando alrededor de la fogata como decenas de veces anteriores. A ella todo le parecía igual, los mismos amigos, las mismas fogatas, las mismas canciones ...la misma duda. Su familia se lo había advertido por última vez, ya no habrían reconvenciones ni retos ni visitas al sicólogo, simplemente el destierro a la casa de sus tíos en Holanda. La sola idea de irse lejos le provocaba un nudo en el estómago, porque eso significaría el fin de ese amor tan tormentoso y vital.

El sol había muerto pero su calor permanecía en los cuerpos e incitaba a seguir bebiendo. Fabián, uno de sus amigos, le ofreció una cerveza la que ella amablemente rechazó, luego él giró hacia su derecha y siguió contándole a Arturo, el recién llegado, acerca del tipo que encontraron muerto el año pasado, en la casona que está al principio del camino. Ella bajó la cabeza y siguió sumida en sus tribulaciones.

Dos horas después, la mayoría de ellos sonreía por reflejo del alcohol, las palabras ahora eran balbuceos descifrables sólo para esa extraña confradía de almas ebrias de juventud.
Algunas de sus amigas dijeron que se iban a acostar, se dirigieron a tropezones hacia la cabaña del medio. El grupo restante se reía de sus pasos zigzagueantes a sabiendas de que ellos seguirían la misma suerte, aún así les era divertido mirarlas simulando estar en una pasarela, esbozando muecas sensuales desdibujadas por el alcohol y el peso de la noche. Ellas continuaron felices, saludando y riendo porque en sus etílicos delirios las estrellas eran paparazzis destellando flashes desde el infinito. Finalmente sus risotadas se desvanecieron dentro de la cabaña.

De pronto ella despertó de su letargo, observó la embriaguez de quienes se quedaron junto a la fogata, entonces se puso de pie y se alejó, caminando hacia la última cabaña que estaba justo antes de llegar al pequeño embarcadero. Detrás de la cabaña divisó una sombra, ella ya sabía quién era. A pesar de sus dudas, ella caminó a su encuentro deslizándose sigilosamente para que nadie notara su ausencia, avanzó desafiando su miedo, sus piernas temblaban, siguió caminando y al estar frente a frente descubrió en su mirada lo que tanto temía y anhelaba. No se dijeron nada, simplemente se tomaron de la mano y caminaron hasta más allá del embarcadero, allí donde la arena aún era virgen de edificaciones.

Las dunas obstruían la tenue luz proveniente de algunas cabañas. En la oscuridad sus sombras se fusionaron en un beso que quería ser eterno, la noche se hizo cómplice de su tentación y bajo su alero se dejaron llevar por su lujuria por tanto tiempo contenida. En la arena quedaron la falda, el pantalón, las poleras y la duda. Esta vez nada les detendría, no existía nada excepto sus cuerpos y el deseo, esa urgencia de entregarse a la locura de una noche ebria y prohibida.

La fogata del atardecer fue un ínfimo preludio al fuego de sus cuerpos. En el remolino de sus ansias, el tiempo no importaba. El deseo era mayor que el miedo al destierro, que la diferencia de clases y que los prejucios.

Sus caderas y sus lenguas entrelazadas en el frenesí desbocado, amándose como si no existiese un mañana, amándose con el alma en la piel. Sus cuerpos esculpieron figuras de pasión en la arena y al ritmo del milenario vaivén de las olas se amaron sin tregua, hasta terminar en un gemido ahogado en la distancia. El placentero cansancio dio paso al tierno sosiego y por una noche se permitieron soñar un futuro, jugaron a ser libres del miedo propio y el prejuicio ajeno.

El sol había muerto hace horas pero la noche había dado a luz a un nuevo sol invisible, secreto y exultante, sólo para ellas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ta bueno, ya me di cuenta que te gusta ese estilo, asi como que te deje con la intriga y al final descubra todo.
Me gusto,,
si tuvieras un libro de cuentos, o historias, ya lo habría leido entero.
te felicito
sigue asi
y algun dia dire " yo lo conoci, a ese escritor famoso, por msn lo conoci."
jeje
byebye

black_rabbit de blogadictos

marze pac dijo...

mish.. salio computin y literato el cabro.
está bueno.

Anónimo dijo...

Pos, me agrado, y ya que pediste algo así como opinión te la daré, está bien relatado, tal vez a mi manera de ser le gusten las cosas más adornadas en forma poetica y con algunas que otras rebuscaciones, me gusto sin duda por que me intrigo saber más, si hay un antes o un después aludes a algo referido a un muerto al principió del camino, pero aunque dejas entrever que no es algo muy importante llama la atención... no sé mi humilde opinión es esa ^^

Zaidita.